Los beneficios obtenidos con la Revolución Industrial de principios del siglo XX han facilitado que podamos disponer de gran variedad de alimentos cerca de nuestro domicilio, producidos a miles de kilómetros de distancia.
El descubrimiento de la máquina de vapor y la utilización de los combustibles fósiles favoreció el desarrollo del transporte de mercancías y las comunicaciones.
Los alimentos que se producían aquí en gran cantidad, podían consumirse en ciudades muy lejanas, incluso en otros continentes.
Se recogían verdes, sin madurar, y eran transportados en grandes cámaras frigoríficas.
Aumentar la producción y especular con el producto era ahora más posible y rentable que nunca.
Para conseguirlo la agricultura intensiva encontró un gran aliado en la industria química; abonos e insecticidas cada vez más numerosos.
Se desarrollaron las semillas transgénicas. Promocionadas como la solución al hambre en el mundo, producían alimentos con mejor apariencia y más resistentes a la climatología. No nos contaban que ese cambio se aprovechaba para dotarlas de insensibilidad a las fumigaciones intensivas.
Tampoco que las semillas podían patentarse y acabar monopolizando el mercado.
Conservantes de todo tipo permitían alargar la caducidad de los productos.
Colorantes y saborizantes mejoraban su apariencia, desvirtuada por el paso del tiempo, dando al alimento un aspecto y un sabor apetecible.
Nuestro Ritmo de Vida
Con nuestro ritmo de vida actual, poca gente reflexiona sobre los contras que ha tenido este cambio en nuestra manera de producir los alimentos y como puede repercutir en nuestra salud. Alimentos empobrecidos en nutrientes y nutracéuticos (nutrientes con propiedades medicinales). Alimentos que nos aportan más calorías pero menos vitaminas, minerales, oligolelementos, antioxidantes y que encierran en su composición restos de la química que se ha utilizado en su proceso de fabricación, química que pasará nuestra sangre, al feto, a la leche materna y cuyas consecuencias para nuestra salud sólo ahora se empiezan a investigar. Herbicidas, plaguicidas, fertilizantes químicos, antibióticos, hormonas, metales pesados... , ¿dónde termina la lista?
Prólogo extraido del libro "POR QUÉ CONSUMIR ALIMENTOS ECOLÓGICOS"
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